Avante
El dolor punzaba mi cuerpo, traspasándome la piel, mientras todo se teñía de rojo a cada paso que daba. Miles de ojos me observaban y sentía que que las siluetas oscuras acechaban ocultas en las sombras. Tenía miedo. Siempre había sido cobarde y lo sabía. Pensaba que no sería capaz de cambiar nunca hasta que llegó el día en que mis manos dejaron de temblar.