Triste danza


Cuando la Muerte vino a buscarla, ella la estrechó entre sus brazos, mientras lágrimas de cenizas caían por su rostro herido, procedentes de un fuego que hacía mucho tiempo que se había consumido. «Eso nunca fue amor» le susurró la lúgubre figura y ella supo que había dejado de respirar en el instante en que se encadenó al silencio y le entregó a él su voluntad. Así, juntos, se alejaron de aquella vida rota, bailando en una triste danza.

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