Reto 1: escena horrible escrita de forma lírica.

 Era ya tarde, el cielo tenía aquellos colores del anochecer, por una parte se iba el día donde se veía un azul marino algo más claro e intenso y por otro llegaba la noche donde solo había pura oscuridad, como un manto degradado que caía sobre las cabezas de aquellos que miraban hacia la infinidad nocturna.

La luna creciente parecía sonreír a una pareja que conducía por la autovía. La mujer se encontraba en el asiento del copiloto, con una mano sostenía un elegante zapato de tacón y con la otra se acariciaba un pie con suavidad. Llevaba un caro y hermoso vestido que se ajustaba a su figura a la perfección, parecía hecho para ella, con un escote que ensalzaba la frágil curva de su cuello y la forma en la que caía como una cascada la convertían en una belleza de alguna forma natural.
Había sido un largo día y regresaban de la boda de uno de sus mejores amigos, el moño que recogía su largo cabello apenas resistía ya y el dolor en sus pies era la prueba de las horas que había pasado bailando. Por esa razón, se había quitado el cinturón de seguridad durante unos instantes, solo para aliviar un poco el malestar. A pesar de todo, ella mantenía una sonrisa en su rostro pensando en la felicidad de su amigo. Su pareja, un apuesto hombre con un oscuro traje que se adaptaba perfectamente a él, era quien conducía. Él había bebido un poco en la boda, sin embargo al ver que ella no estaba en condiciones de conducir debido a los cánones de la sociedad y nadie más en la fiesta estaría mejor que él, había insistido en que se encontraba lo suficientemente bien como para conducir. Lo cual era cierto, realmente sabía que acabaría sucediendo aquello, así que había estado controlando su bebida durante todo el día, aunque tampoco podía negar que no deseaba encontrar ningún control policial justo en aquel momento.
Segundos, un instante, rápidamente todo había acabado. De repente, como un rayo, un coche apareció de la nada, hubo un sonido sordo, todo se puso en movimiento, pero no en el que debería y entonces el coche salió de su camino para internarse en las sombras de los árboles, lugar en el que horas más tardes encontrarían lo que había quedado de él.
El hombre estaba en el asiento del conductor, sus manos apenas podían distinguirse entre los restos de la maquinaria, que ahora parecían haberse unido inseparablemente. Ya no tenía rostro, solo quedaba en su lugar un ensangrentado montón de carne, en el que los cristales aun brillaban al reflejo de aquella luna feliz.
Y la mujer no se encontraba a su lado en la muerte como había sido predicho hacía ya años, se encontraba fuera del vehículo. Partes de ella parecían haber dejado un rastro que seguir hasta llegar donde la mayor parte de su cuerpo yacía sobre la hierba. Allí estaba ella, con el moño deshecho, el hermoso vestido tintado en sangre y sus ojos abiertos aun en una sonrisa rota.
Ni siquiera sabían qué había sucedido. Nunca lo supieron.
No muy lejos un deportivo de alta gama se había convertido en un montón de chatarra, dentro se escuchaban los gemidos del único chico que había sobrevivido, el único que ya no volvería a hablar con el resto, el único que con suerte podría continuar viviendo algo más en su ahora solitaria vida, el único que no había encontrado su fin en la corta edad de dieciocho años, porque el resto había disfrutado demasiado rápido del camino. Mientras que un hombre que había decidido controlar su diversión en una boda, también había puesto un límite a su tiempo de reacción, de su vida y de la vida de su amada.
Y así, llegó la noche, cubriendo a todos con su manto nocturno.


Luu.

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